Capítulo #10: la caja de Pandora, primera parte

 

Por Agustín Carrara

Esta semana, las noticias más relevantes a nivel mundial sobre delitos económicos giraron en torno a los Pandora Papers. El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) aseguró que ésta es la mayor filtración de información sobre la que han trabajado hasta el momento, superando a los Panama Papers y los Paradise Papers, entre otros. 14 fuentes, casi 12 millones de archivos y casi tres terabytes de datos aportan una gran cantidad y calidad de información sobre cómo funciona el mercado de servicios offshore que gira en torno a los paraísos fiscales. ¿Por qué son importantes estas filtraciones de datos? ¿Qué nos muestran? Y la última pregunta, en algún punto inevitable: ¿esto va a generar los cambios profundos que necesitamos?

 

¿Dónde están los ladrones?

Según Wikipedia, la versión más común del mito de Pandora dice que ella “fue responsable de abrir la caja (originalmente una jarra) que le fue dada por los dioses y que contenía todos los males, liberando en el mundo todas las desgracias que aquejan a la humanidad”. Así como a Pandora se la responsabilizó, algo similar ocurre a veces con quienes intervienen en las filtraciones. La diferencia es que ni quienes filtran la información ni los/as periodistas que la analizan son Pandora. Esos males ya estaban dando vuelta desde hace rato: lo único que se hizo fue echar un poco de luz para mostrar lo que está pasando. 
Este punto de partida no es menor, sobre todo si se une con la siguiente afirmación: una gran parte de la información de esta filtración (y de las pasadas) debería haber sido pública desde el comienzo. Por supuesto, esto no abarca a los correos entre abogados/as y sus clientes, entre otros ejemplos. Pero sí a la información sobre beneficiarios finales, es decir, las personas físicas que se ubican detrás de personas jurídicas y otras estructuras (como un fideicomiso). Los/as verdaderos/as dueños/as o quienes ejercen el control real. Éste tiene que ser el punto de partida de la discusión: es una vergüenza que esta información deba ser filtrada para ser conocida.
En los Pandora Papers hay menciones a 2521 beneficiarios finales argentinos. Ocupamos el tercer lugar en este ranking de la opacidad, por debajo de Rusia (4437) y del Reino Unido (3501). Es fundamental que los organismos de control y supervisión y el sistema de justicia cuenten con esa información. Pero yendo un poco más allá, soy de los/as que piensan que esa información debería ser de acceso público, simple y gratuito. Como intenté resumir en un artículo de este libro sobre el tema, cuando se trata de la creación de personas jurídicas u otro tipo de estructuras jurídicas, esa separación de patrimonios y limitación de la responsabilidad de las personas físicas tiene como contracara un derecho de la sociedad (no solo de los organismos públicos) a acceder a esa información. Esto aborda Andrés Knobel cuando analiza la figura de los fideicomisos desde una postura de bienestar social basada en Bentham, en este artículo.

Pasando en limpio, necesitamos conocer esa lista completa de beneficiarios finales. 

He intentado casi todo para convencerte.

¿Para qué sirve todo esto? ¿Por qué son importantes estas filtraciones? Como decíamos hace un año respecto de los FinCEN Files, esto tiene que servir en dos niveles. En un nivel micro, si se quiere, para que los casos allí expuestos sean investigados y sancionados. Ahí hay un valor agregado que se mide en el caso a caso, digamos. Pero también hay consecuencias -o debería haber- a nivel macro. Contar con más y mejor información sobre cómo funciona el mercado de servicios offshore debería ser un insumo que nutra distintas políticas públicas. Debería servirnos para mejorar la regulación, la prevención, la persecución.
Y no solo debería impactar a nivel de la justicia criminal, sino también de la fiscal. De hecho, el propio ICIJ dice que la publicación de estas historias “se produce en un momento crítico en el debate mundial sobre la justicia del sistema impositivo internacional, el rol de los profesionales occidentales en la economía oculta y la falla de los gobiernos para cortar el flujo de dinero sucio hacia sociedades ocultas y fideicomisos” (la traducción es libre).

¿Significa todo esto que ahora las cosas van a cambiar? Bueno, acá es donde llegamos a la parte pesimista. Algunos cambios va a haber, eso seguro. El punto es si van a ser cuestiones menores o las modificaciones más estructurales y a largo plazo que necesitamos a nivel mundial. 
Primero, voy a decir que ojalá que sí. Ojalá, porque nos lo merecemos. Ojalá, porque es lo justo. Ojalá, porque eso buscamos y para eso trabajamos.
Segundo, voy a decir que lo veo difícil. Y quiero ser muy claro en lo siguiente: decir eso no implica de ningún modo restarle valor al enorme trabajo de los/as periodistas que participan de estos proyectos. Se trata de reconocer que -por el momento- los paraísos fiscales van a seguir existiendo, lamentablemente. Y eso se debe a que la razón por la que existen no tiene que ver con que hasta hace una semana no conociéramos la información de los Pandora Papers (y esto aplica también a cualquier filtración anterior). Es decir: no conocíamos esta información en particular, pero sí sabíamos que esto funciona más o menos así. 
Los paraísos fiscales existen porque son funcionales a las elites, básicamente. No hay una explicación más profunda que ésa, en mi opinión. Por eso, sacar a la luz mayores detalles de ese funcionamiento es algo que contribuye a nuestra tarea, pero no es por sí mismo la solución (además, no pretende serlo y no podemos exigirle que lo sea). La manera de lograr que los paraísos fiscales dejen de existir es haciendo que el costo que le generan a ciertos actores se vuelva mayor a su beneficio. Transformar -o generar- la voluntad política en una variedad de actores. Pero decir esto es decir poco, porque es una frase con escasas precisiones. La realidad es que aún no hemos encontrado la forma de conseguirlo. Desde distintos sectores venimos intentando casi todo para convencerlos/as, por diversas vías, pero el cambio profundo y de fondo sigue pendiente. De esto hablamos cuando nos referimos a la “hipocresía internacional” en el tema de los paraísos fiscales: los/as líderes de las potencias centrales dicen querer terminar con este problema, cuando son quienes permiten que siga creciendo.

 

Culpable o no

Una idea que escuché dando vueltas a partir de los Pandora Papers (y que se repitió en la discusión en torno a todas las filtraciones anteriores) es que esto evidenciaría que gran parte de las maniobras con las que se evade el pago de impuestos son legales, por lo que el problema estaría en el marco legalAcá, por ejemplo, el periódico español El País dice que las sociedades offshore “son legales siempre que el propietario las declare allí donde resida”. 
Hace casi cuatro años, a raíz de los Paradise Papers, el ex Ministro de Finanzas Luis Caputo decía algo similar respecto a la sociedad Noctua. El debate pasa a girar en torno a si las sociedades “están declaradas” o no. Como si la inclusión de algo en una declaración jurada fuera un baño de agua bendita, que limpia a la maniobra de cualquier ilicitud. Si está declarada, acá no puede haber delito. 
Esa concepción no solo es errada, sino que es peligrosa. No por nada es la postura que defienden quienes cometen estos delitos (solo eso debería darnos una pista, ¿no?). Por eso, éste va a ser el tema de nuestro próximo Capítulo: el abuso del derecho.

Me despido con la noticia más triste de todas, porque no tuve el coraje para decirlo antes. Les pido que se preparen emocionalmente. Ahí va: dentro de las personas que nos robaron nuestros impuestos, también están las que ya nos habían robado el corazón
Para compensar un poco, le robé un verso a cada uno/a para armar los títulos de este Capítulo. Si no podemos lograr la justicia criminal ni la fiscal, al menos busquemos la poética.
 

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Esto fue todo por hoy. Acá encontrás nuestros Capítulos #1#2#3#4#5#6#7#8 y #9
Si tenés algún tema que te gustaría que tratemos en un próximo capítulo, respondé a este mail y contámelo.

Gracias por estar del otro lado.
Nos leemos en un par de semanas,

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